Opinión Migración 090921

Desconfianza de EU

Aunque en la reunión de alto nivel que el jueves 9 de septiembre sostendrán las delegaciones de México y Estados Unidos abordarán temas económicos, se prevé que surja la estrategia migratoria, al menos los mexicanos son los más interesados que eso ocurra; no sólo por la crisis que ha escalado en la frontera sur del territorio y amenaza con agravarse, sino porque es evidente que el gobierno estadounidense no confía en el morenista. Por ejemplo, recientemente con Guatemala y El Salvador las agencias de Estados Unidos han trabajado investigaciones importantes contra polleros y estructuras criminales que alimentan la migración ilegal, y pese a que tienen ligas en el país, a los mexicanos nada le han compartido. Resulta que no confían en el comisionado del Instituto Nacional de Migración, Francisco Garduño, ni tienen contacto estrecho con la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, que encabeza Rosa Icela Rodríguez, menos con la Fiscalía General de la República de Alejandro Gertz, algo que al gobierno de Andrés Manuel López Obradorle urge resolver. (Eje Central On line)

Arsenal // El desengaño de un inmigrante naturalizado

Wilner Metelus nació en Haití. Hace más de veinte años migró a nuestro país. Se naturalizó hace 17. Activo defensor de las personas que abandonan sus países de origen en busca de una vida digna, es fundador del Comité Ciudadano en Defensa de Naturalizados y Afromexicanos.

El hombre nos confiesa que tenía fe en el presidente López Obrador. Pensaba que con su gobierno iba a mejorar la situación de los migrantes. Está decepcionado. Los imperativos de las relaciones con Estados Unidos se impusieron a principios y convicciones.

 “Lo que estamos viendo ahorita es la brutalidad de la Guardia Nacional y los agentes de Inmigración”, lamenta. Y sin rodeos remata: “Hay una política racista antiinmigrante”.

 Wilner llegó al Senado, donde lo entrevistamos, de la mano de Emilio Álvarez Icaza, hombre de trayectoria intachable en la defensa de los derechos humanos.

 Junto con otros representantes de la sociedad civil, denunció públicamente el maltrato a los migrantes en el sur del país.

 Ya encarrerado, pidió la renuncia de Francisco Garduño, comisionado del Instituto Nacional de Migración:

 “Como comisionado tiene responsabilidades. Los migrantes viven en una situación infrahumana en la estación Siglo 21. Murieron varios haitianos y africanos. La respuesta sigue siendo la brutalidad continua. Un personaje así, no debe seguir en una institución así”, subrayó. (Francisco Garfias, Excélsior, Nacional, p. 4)

Uno hasta el fondo // Migrantes a palos y Solalinde, el simulador

Gil leyó y se frotó los ojos: “tenemos que cuidar a los migrantes aunque resulte paradójico. Si nosotros permitimos que transiten al norte del país para cruzar la frontera, estamos corriendo riesgos (…) No queremos y no deseamos una desgracia, entonces, en el sur no hay la delincuencia organizada que se tiene lamentablemente en el norte”. Así lo dijo el Presidente. Lo que usted y Gil han visto en la televisión y los periódicos es una forma de la protección, un acto humanitario con grupos de pobres desesperados.

Como todos sabemos, Trump convirtió a México en la antesala de miles de migrantes y a la Guardia Nacional en la policía migratoria de Estados Unidos. Muy bonito.

En entrevista con su periódico El País, Tonatiuh Guillén, quien fuera primer comisionado del Instituto Nacional de Migración en el gobierno de AMLO, quien desde luego renunció, le dijo a Pablo Ferri:

 “(Los videos del trato a migrantes) retratan una iniciativa muy agresiva de lo que se llama política de contención, en lo que han sido muy explícitos el Presidente y el Secretario de la Defensa. He visto acciones que ameritarían sanciones penales a funcionarios. Están en un límite inaceptable desde todos los puntos de vista. Y retrata una regresión profunda de la política de migración de este Gobierno, que yo creo que pensó un escenario muy diferente, de respeto a los derechos humanos. Estamos al otro lado ahora”. Tonatiuh Guillén no entiende: cuidamos a los migrantes, a veces hay que proteger a palos. Usted no pasa, porque si pasa lo matan en el norte, y vuela un madrazo.

 EL AMBICIOSO

Gamés no quisiera dejar en el tintero esta afirmación: el cura Solalinde es un oportunista y un simulador, se les llamaba arribistas, un supuesto defensor de los migrantes que de un tiempo a esta parte pasea por los pasillos de Palacio Nacional muy preocupado por el porvenir del gobierno de López Obrador. Este cura fanfarrón ha llegado a decir que las caravanas de migrantes son una trampa en contra del gobierno del Presidente: Solalinde le dijo a Azucena Uresti que al gobierno de Estados Unidos no le gusta el de México y trata de emplear a los migrantes para golpear al gobierno de López Obrador.

El cura Solalinde dice que ya no hace tanto activismo porque ahora su táctica ha cambiado: “La pandemia me ayudó, yo pude dedicarme a los migrantes, ahora puedo hacer una estrategia de mano del DIF, de la Procuraduría Federal de Protección a niñas y niños, de Migración, de todos los actores (…) soy muy feliz con los migrantes, nunca voy a dejarlos”.

Permita, padre Solalinde, que Gilga le diga que es usted un haragán y un mentiroso, no se sabe si más de lo uno que de lo otro. Por su parte Tonatiuh Guillén afirma: “Hay que explicar que la inercia que vemos hereda la interiorización institucional de los acuerdos de contención establecidos con el Gobierno de Trump. Interiorizamos ese acuerdo y sus lineamientos, cosa que se expresa en dos medidas. La primera, que la ley de la Guardia Nacional le diera atribuciones de control migratorio a la corporación. Y como sabemos, la Guardia Nacional es un aparato militar, cosa que el Presidente mismo ha dicho. Y segunda, que el INAMI fue permeado por militares”.

Lean esto, por favor: “Y otra cosa. Lo que vemos es la punta del iceberg. Sobre la punta se concentran las medidas de contención agresivas. Pero miles de personas cruzan todos los días, gracias al aparato que manejan los traficantes de personas. ¡Mira el tamaño del mercado que hay ahí, son mil millones de dólares por mes, es una cifra brutal! La política de contención debería estar centrada en estas organizaciones criminales”. ¿Cómo la ven? Sin la menor intención de un albur migratorio. (Gil Gamés, Milenio Diario, Al cierre, p. 31)

Bajo reserva

Antes “aseguraban” migrantes. Ahora los “rescatan”

En tiempos de Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón se usó el eufemismo de “asegurar” migrantes en lugar de decir lo que era: detenerlos. Pero en estos días de persecución y maltrato a migrantes, sin distinguir si son niños, mujeres embarazadas o jóvenes, la simulación es peor, pues el Instituto Nacional de Migración (INM) utiliza la palabra “rescatar” cuando se detiene con lujo de agresividad a los extranjeros que cruzan de manera indocumentada por México. Las quejas en el sureste del país, por el tema migratorio, no dejan de llegar. El colmo es que ahora son los propios mexicanos quienes han comenzado a levantar la voz y acusan a la Guardia Nacional de pedirles documentos solo por el hecho de verlos transitando por el sureste del país, hecho que va contra la Constitución. Esto ya comenzó a ser documentado por organizaciones de la sociedad civil y las quejas no tardan en terminar en la CNDH.

(El Universal, Nación, p. 2)

Número cero // Saber decir “no” a EU en migración

México tiene una oportunidad de “oro” para aprender a decir “no” a la política fronteriza de Estados Unidos, ahora ordenada por la Corte y jueces de ese país. La circunstancia es propicia para tomar distancia con la política de bloqueo y control de Trump hacia la migración y detener una crisis humanitaria de la que vamos a arrepentirnos por aceptar o tolerar la violación de derechos humanos de haitianos y centroamericanos. La importancia de saber decir “no” es el comienzo para poner límites a eso y recuperar la confianza en la visión propia.

Es momento de asertividad para reconciliar la política migratoria y el discurso oficial, que avanzan en direcciones opuestas en la crisis en la frontera sur del país. El presidente López Obrador adelantó que hoy entregará una carta a Biden en el marco del diálogo de alto nivel con EU en Washington para reclamar una “visión distinta” en migración y en la política de “contención” que México asume como propia. Desde que la Corte de EU fallara en contra del intento de Biden por rescindir del programa Permanecer en México, la única respuesta de la cancillería —en Twitter de Roberto Velasco—fue para corroborar que, en efecto, no hay obligación de acatarlo y que México diseña su política con base en la soberanía y los derechos humanos. Es la hora de probarlo con hechos para detener la violencia y violaciones ante el flujo imparable de las caravanas en la frontera.

 La orden de la Corte estadunidense, que restablece la política de bloqueo de Trump, mandata a preguntar a México si acepta que los refugiados permanezcan en su territorio mientras reciben respuesta a su solicitud de asilo, dado que se trata de un programa binacional. López Obrador dijo “sí” a la intención de convertirnos, de facto, en tercer país seguro, cuando Trump amenazó con imponer sanciones económicas al país, pero ahora cómo explicar el seguir enajenando las propias decisiones cuando su sucesor canceló el programa y desafía a la Corte. Tampoco es sostenible el doble discurso de enviar ayuda humanitaria a Haití por el terremoto a la vez que agarrar a palos a sus migrantes en Chiapas sin adjudicarlo a la presión de EU. ¿Cómo explicar la idea de segregar en campos humanitarios?

 En todo caso, superar esas contradicciones implica saber dar una negativa, como un ejercicio que está íntimamente relacionado con el respeto, y rechazar, en los hechos y no sólo en el discurso, que “no somos peleles” de EU en migración, como refuta López Obrador. El Presidente rechaza que haya presiones, pero cada día tiene más problemas para defender su política de “contención” con argumentos endebles, como cuidar de los migrantes de la inseguridad, aunque eso se traduzca en violentar sus derechos o alcanzar niveles no vistos en 20 años de detenciones en la frontera con EU. Tan sólo en julio hubo la cifra récord de 212,672 migrantes aprehendidos y un incremento de 24% de menores no acompañados.

 López Obrador comienza a deslizar la idea de retomar otra visión, como tenía al inicio de su gobierno, ante el evidente fracaso de una migración “segura y ordenada” en la frontera norte y las escenas grotescas en el sur del país con la represión a refugiados en las antípodas de la “protección”. Los dos gobiernos ya han comenzado a tener contactos para explorar medidas que, si se alejan de la línea del bloqueo y el control, tendrían que pasar también por decir “no” al modelo de militarización del INM y el control operativo de la Guardia Nacional. Pero esta otra negativa, aunque interna y soberana, también es poco probable si, como dice el primer comisionado en este sexenio, Tonatiuh Guillén, esta “interiorizado” en la política migratoria. Y entonces el cambio de “visión” se reducirá a empujar permisos temporales de trabajo y demandar dinero para el desarrollo en Centroamérica, aunque EU no da muestras claras de estar dispuesto a abrir la cartera.

 La migración es un problema internacional que no puede resolver un país aislado, pero eso no significa tampoco licencia para desactivar leyes internas que obligan a atenderlo. Por eso es tan importante saber decir “no” para cambiar la visión hacia afuera, pero también para ver hacia adentro todo lo que no está haciendo el Poder Judicial y la CNDH en su obligación de vigilar el respeto a los derechos de los migrantes. (José Buendía Hegewisch, Excélsior, Nacional, p. 22)

En privado // AMLO, atrapado con la migración

Cuando el presidente López Obrador sostenía al principio de su gobierno la política migratoria de brazos abiertos para todos los migrantes centroamericanos, fue parado en seco por la amenaza de su amigo Trump con la aplicación de aranceles.

 Aquel día cambió su política migratoria humanitaria y la convirtió, como hasta ahora, en su muro mexicano.

 La maroma se dio con el mismo discurso nacionalista de que no somos pelele del gobierno de Estados Unidos. Así lo dijo para abrir la frontera sur y así lo dijo para cerrarla y tratar de contener, vía la fuerza, a las oleadas de migrantes.

 Hasta ahora todas sus decisiones, incluso las más controvertidas, han tenido costo cero. Pero el caso migratorio es diferente a todos los que ha enfrentado o eludido, porque no hay solución. Ningún país la ha encontrado, pero todos los que han tratado saben que la contención nunca ha funcionado. Al contrario, ha provocado violencia y muertes por miles, como en Europa, y no han resuelto nada.

 Aquí como allá, el problema migratorio sigue, como seguirá aquí si el gobierno insiste en cerrarles el paso con vallas de la Guardia Nacional y patadas de los agentes del Inami.

 A esa gente desesperada no la van a poder detener, como no han podido. El punto será cuando, deseo que nunca ocurra, se dé una muerte, que muchos de los migrantes están dispuestos ofrendar y muchos a vender.

 Entonces la crisis será internacional y vendrá la primera grieta y sin poder hacer control de daños mañaneros.

 No sé si ese se lo habrán dicho. Pero por primera vez López Obrador está en una crisis fuera de su alcance, pero ya no de sus costos, entre los migrantes y una solución inexistente. (Joaquín López Dóriga, Milenio Diario, Al frente, p. 3)

Frontera sur: cruzada contra los derechos humanos

En las últimas semanas, la política migratoria implementada en el sur de México ha producido dolorosas escenas que evidencian una pauta agudizada de violación de los derechos humanos contra los inmigrantes en la frontera centroamericana del país.

 La situación en Tapachula y municipios aledaños es trágica. Miles de haitianos esperan una respuesta a su solicitud de asilo ante la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar). En lo que va del año se tiene registro de 18 mil 883 solicitudes de asilo de personas de origen haitiano, cifra que la ha convertido en la segunda comunidad más numerosa en pedir protección. Las omisiones y demoras de esta instancia para emitir respuesta a las solicitudes, retrasan considerablemente el tránsito y profundizan las condiciones de vulnerabilidad de los inmigrantes, quienes se ven forzados a permanecer en campamentos improvisados sin acceso a empleo, vivienda, agua, alimentación y salud; adicionalmente –recordémoslo– en un contexto de pandemia.

 Alimentadas por la comprensible frustración y urgencia por continuar su tránsito, se han producido ya cuatro intentos de caravanas migrantes, todas las cuales han sido interceptadas violentamente por agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) y la Guardia Nacional (GN), quienes cometieron graves agresiones físicas, efectuaron detenciones de manera indiscriminada, separaron familias e incluso realizaron cateos en hoteles en los que se produjeron detenciones de personas de origen haitiano y centroamericano que ni siquiera formaban parte de las caravanas. Encerrados en celdas sobresaturadas y en hacinamiento, los detenidos esperan ser deportados hacia Guatemala, sin poder ejercer su derecho a una defensa adecuada.

 Sobre estos hechos, además, la información pública es escasa; no se ha reportado con transparencia cuántas detenciones se han efectuado, cuántas personas han sido deportadas, ni cuál es el destino específico de los autobuses que las llevan.

 Aun en este contexto, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo en su tercer Informe que no se han violado los derechos humanos de migrantes, asegurando que los sucesos a los que nos hemos referido eran sólo una excepción. Incluso, en una de las recientes conferencias mañaneras atribuyó propósitos humanitarios a las redadas contra las caravanas, justificándolas como una medida para evitar riesgos mayores en su posterior tránsito.

 Sin embargo, en contraste con las palabras del Presidente, lo que las imágenes evidencian es la operación de una estrategia de Estado para cerrar la frontera sur impidiendo el tránsito de los migrantes sin poner límites al uso de la fuerza en los operativos, al punto de llevar a cabo en numerosas ocasiones la práctica de separar a menores de edad de sus progenitores.

 Esta situación, ciertamente, no es nueva. Desde el pasado sexenio se pactó un sinfín de políticas bilaterales entre los gobiernos de México y Estados Unidos para impedir el tránsito de migrantes cuyo tinte ha sido crecientemente prohibicionista, sin importar la impronta ideológica de los gobiernos en turno, pues tanto en Estados Unidos como en México, aunque se han alternado los partidos políticos en el poder, lo cierto es que, sean republicanos o demócratas allá, o del PRI o de Morena acá, la política migratoria no ha sufrido modificaciones cualitativas y sólo se ha recrudecido.

 Así, policía, Ejército, Guardia Nacional y agentes del INM han incurrido en estrategias cada vez más duras de contención y detención, que en muchos casos se materializan en violaciones graves de derechos fundamentales. El pasado marzo, Human Rights Watch publicó el informe México: Abusos contra solicitantes de asilo en la frontera con Estados Unidos, donde se señala que al menos 30 mil migrantes que fueron regresados a México desde Estados Unidos durante los últimos dos años han sido víctimas de abusos por parte de la policía mexicana e integrantes del crimen organizado.

 En el entorno de los últimos sucesos, la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) detalló que, entre enero y julio de 2021, el gobierno mexicano ha realizado 20 mil 186 detenciones de migrantes, entre cero y 17 años (40 por ciento mujeres y el resto hombres), lo que representa un aumento de 210.2 por ciento respecto del mismo periodo de 2020. Redim ha hecho un llamado urgente para crear un mecanismo trasnacional de protección integral para niños y adolescentes migrantes, particularmente por los casos de menores de edad no acompañados o separados de sus progenitores o tutores con motivo de los operativos.

 La realidad es patente y motiva indignación. La tendencia de la política migratoria, tanto en México como en Estados Unidos, apela cada vez más a medidas drásticas, de corte prohibicionista e incluso militarista que se instrumentan con creciente violencia y sin casi dejar espacio al respeto de los derechos humanos de los migrantes.

 La complejidad de la relación bilateral con Estados Unidos, acentuada sin duda por el actual contexto de pandemia en el que se encuentra la humanidad, debieran ser ocasión para revisar y rediseñar la aproximación de ambos gobiernos y de la comunidad internacional en su conjunto sobre la problemática global de la migración; a partir del reconocimiento de la corresponsabilidad de todos los actores, pero también de la aceptación de las cargas históricas diferenciadas de unos y otros en las diversas causas que le dan origen.

 Eso, la protección de los migrantes en todo el mundo, el respeto de los derechos humanos y no el recurso a la violencia, es lo que se esperaría de gobernantes que, como quienes hoy encabezan el Poder Ejecutivo tanto en Estados Unidos como en México, han expresado recurrentemente en sus discursos su raigambre cristiana y su compromiso con los más altos valores humanistas. (Mario Patrón, La Jornada, Opinión, p. 20)

Razones // Entre muertes, tragedias cotidianas y evitables

Lo hemos dicho y lo reiteramos: la Guardia Nacional es una gran institución que está en desarrollo y puede ser enormemente útil. En los hechos, lo que se está haciendo es crear una policía nacional, construida, en este caso, sobre bases militares. El procedimiento es discutible, pero eso es lo que tenemos y necesitamos. Lo que sucede es que ese instrumento se inutiliza si la estrategia no permite usarlo. ¿Qué sentido tiene reclutar a miles de elementos, construir decenas de cuarteles, destinar miles de millones de pesos, si la estrategia consiste en no enfrentar a los grupos criminales, salvo en situaciones muy específicas?

 Como es otra tragedia y constituye una verdadera crisis lo que está sucediendo en el ámbito migratorio. Es una crisis con múltiples facetas y que no puede ser cargada en su totalidad al gobierno federal: hay muchos elementos, internos y externos, que contribuyen a ella. Desde el cierre de fronteras en Estados Unidos hasta el desastre cotidiano que se vive en la mayoría de las naciones de Centroamérica y parte del Caribe, sobre todo en Haití (y en Cuba, de donde llegan cada vez más migrantes).

Pero hay errores internos evidentes: primero, aquel anuncio hecho al inicio del sexenio de la apertura de fronteras de México, que propició las primeras caravanas masivas. Luego, el giro de 180 grados para evitar una ruptura con Trump y que obligó a desplegar 37 mil elementos de la Guardia Nacional y el Ejército en las fronteras norte y sur.

Como todavía sufrimos del síndrome del 68, no tenemos tampoco cuerpos realmente especializados para el control de este tipo de caravanas y, cuando existen, por razones equivocadas, se los desaparece, como ocurrió con los granaderos en la Ciudad de México. Y en el tema migratorio con un agravante, relacionado directamente con el empoderamiento criminal: la migración ha quedado en manos del crimen organizado, con ramificaciones cada vez mayores en Centroamérica y el Caribe. Y la migración alimenta entonces el secuestro, la violación, la trata, el sicariato. El peor escenario posible. (Jorge Fernández Menéndez, Excélsior, Nacional, p. 16)

Rozones

Honduras “observa” su fujo migratorio

La que ayer se fue a dar una vuelta por la frontera sur de México fue la primera dama de Honduras, Ana García de Hernández, quien aseguró que su propósito era “observar el flujo migratorio de familias y menores no acompañados de varias nacionalidades, incluidos hondureños que cazan por ese punto fronterizo”.

Varias cejas se levantaron, porque resulta que, salvo por la coyuntura actual, en donde la presión migratoria es principalmente haitiana, son los ciudadanos hondureños los que más transitan por nuestro país para tratar de llegar a Estados Unidos y cuando son entrevistados sobre las motivaciones que los mueven siempre señalan que por las condiciones de inseguridad y violencia, además de las económicas.

La esposa de Juan Orlando Hernández estuvo en varios puntos de Chiapas, adonde llegó con una amplia comitiva de camionetas. ¿Será que la visita tendrá un impacto importante en la fuerte crisis migratoria que afecta a varias naciones? ¿O lo tendrá en las condiciones durísimas con que migran los hondureños? Uf. (La Razón, La dos, p. 2)

Templo mayor

VAYA MARCO en el que se relanzará hoy en Washington el llamado Diálogo de Alto Nivel entre México y Estados Unidos en el que participarán la titular de Economía, Tatiana Clouthier; el de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, y el subsecretario de Hacienda Gabriel Yorio.

LA REUNIÓN se da en medio de una crisis migratoria por la porosidad de la frontera sur mexicana, reclamos de empresas estadounidenses que acusan incumplimientos del T-MEC por parte de México y, como cereza del pastel, la nada diplomática declaración de Andrés Manuel López Obrador de que su gobierno no es pelele de EU.

MUY COMPLICADA se ve la tarea de convencer a la vicepresidenta Kamala Harris y al secretario de Estado, Antony Blinken, de que el camino a seguir es invertir en infraestructura para facilitar el tránsito de personas y que la Unión Americana invierta en el sur de México y Centroamérica para frenar la migración causada por la pobreza. Como diría el clásico: Good luck with that! (F. Bartolomé, Reforma, Opinión, p. 10)

Frentes políticos

Alto diálogo. Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores, se encuentra en Washington para encabezar hoy, junto con la vicepresidenta Kamala Harris, el relanzamiento del Diálogo Económico de Alto Nivel entre México y Estados Unidos. El propósito es acelerar las inversiones en México e impulsar el trabajo conjunto en materia económica y del bienestar. “Se van a tocar temas como infraestructura en la frontera, qué tenemos que hacer para que se cierre la diferencia entre uno y otro lado y podamos facilitar el comercio y el tránsito de personas”, explicó Ebrard. Además, se dialogará sobre ciberseguridad, para aumentar el número de especialistas en nuestro país. Agenda llena como ningún otro funcionario en la 4T. (Excélsior, Nacional, p. 19)

Pepe Grillo

Harris-Ebrard

Este jueves se llevará a cabo, en Washington, el diálogo económico de alto nivel entre México y Estados Unidos. Se trata de un especio de deliberación que se paró en seco durante la administración Trump pero que Joe Biden resolvió relanzar.

Es oportunidad para que el gobierno de la 4T y la Casa Blanca se sintonicen porque han andado desconectados en temas cruciales como la migración, la seguridad fronteriza, la puesta en marcha del T-MEC.

El canciller Marcelo Ebrard, cabeza de la delegación mexicana.  Sostiene que van por más inversiones norteamericanas en México, pero lo cierto es que hay incertidumbre, incluso desconfianza, entre la comunidad empresarial del vecino país ante los bandazos de la 4T.

Del otro lado de la mesa, encabezando al grupo norteamericano, estará Kamala Harris, la vicepresidenta a la que le urge entregar buenas cuentas en materia de migración y seguridad fronteriza. Será una negociadora muy ruda. (La Crónica de Hoy, Nacional, p. 9)

Pensándolo bien // Geopolítica de la mezquindad

La crisis que enfrenta Joe Biden y la tragedia que vive Haití han puesto a México contra la pared. El humanismo y el nacionalismo nunca han sido buenos compañeros; algunos “ismos” pueden congeniar entre sí, pero por lo general se estorban unos a otros. El amor que se dispensa en función de un pasaporte suele ser mezquino con el resto de la especie humana.

Los mexicanos estamos atrapados justo en esta perversa paradoja. La dura disyuntiva que supone elegir entre los intereses nacionales inmediatos y la solidaridad tantas veces prometida frente a millones de seres humanos desesperados. Abrir fronteras a los que piden refugio por hambrunas, persecuciones políticas y raciales, violencia y otras calamidades nunca ha sido una medida popular entre los ciudadanos de un país anfitrión. Lo vive Europa con los refugiados sirios y Colombia y Ecuador con oleadas de angustiados venezolanos.

México no ha sido particularmente bondadoso con los migrantes procedentes de Centroamérica. El calvario y las tragedias que nuestros vecinos del sur enfrentan al cruzar nuestro territorio constituye una página negra en la historia geopolítica local, por no hablar simplemente de una traición a la decencia misma.

Tampoco se trata de satanizar unilateralmente. Las autoridades y la sociedad civil podrían haber hecho mucho más para evitar que el crimen organizado y los canallas se cebaran en contra de los más desvalidos entre los desvalidos. Pero también es cierto que es inmoral acusar de inmoralidad desde la comodidad de la Ciudad de México a los habitantes del sureste, que observan la invasión de parques y banquetas por parte de oleadas de seres humanos desesperados, con todo lo que eso conlleva. Ya no digamos a las autoridades locales, crecientemente intolerantes, al ser desbordadas y llevadas a situaciones insostenibles, pese a que ni siquiera habían sido capaces de responder a las necesidades de sus electores.

Esto no es privativo de México, insisto. Con matices está sucediendo en diversas zonas del planeta. Lo novedoso o singular de nuestra situación es que a esta mezquindad “natural”, justificable o no pero real, que lleva a cerrarse frente al sufrimiento ajeno, México ha comenzado a recibir un perverso bono. Una especie de premio al egoísmo.

Joe Biden se encuentra en un atolladero y está desesperado por salir de él. En las últimas semanas pasó de un nivel de aprobación de 49 por ciento a 41, y su desplome amenaza con convertirse en caída libre. Los expertos lo atribuyen mayormente a tres fenómenos.

Uno, la desastrosa salida de Afganistán, sobre lo cual ya nada puede hacerse salvo esperar que el tema desaparezca de la agenda, cosa que sucederá poco a poco. Dos, la persistencia de la tercera ola de covid, a contrapelo de los augurios optimistas del gobierno federal; aunque el hecho de que se concentre en estados republicanos y zonas de resistencia a la vacuna, ofrece un campo de batalla para construir una narrativa defensiva. Y tres, el incremento acelerado de la migración producto de la desolación económica provocada en nuestros países por el covid, pero en parte también como resultado del desmantelamiento, real y presunto, de las políticas antinmigrantes de Trump.

Y si bien no es del todo cierto tal desmantelamiento, los generosos planteamientos de Biden al arranque de su gobierno ofrecen a los conservadores plenas municiones para responsabilizarlo del “asalto de los hispanos” a sus fronteras.

Los dos primeros factores, Afganistán y covid, tendrían fecha de caducidad al mediano plazo, no así el tercero que habrá de convertirse en la punta de lanza en la intentona de los republicanos para regresar al poder. Los factores que provocan la expulsión de mexicanos, caribeños y centroamericanos a Estados Unidos difícilmente van a cambiar en los próximos dos o tres años. Tampoco las presiones sobre la Casa Blanca. Una situación de perder-perder para Biden, porque endurecer fronteras le llevaría a imitar a Trump y a malquistarse con su propia base social; pero ser percibido como el artífice de un muro poroso podría costarle la reelección. 

Justo es en este punto en donde el gobierno mexicano se convierte en un aliado estratégico.

Trasladar el endurecimiento de fronteras a los límites entre México y Guatemala representa para la Casa Blanca una medida vicariapara disminuir los flujos migratorios y paliar el problema, sin pagar la factura política. En estos momentos la presión sobre el gobierno de la 4T es inmensa, aunque no agresiva; por el contrario, se trata de una constelación de incentivos que para López Obrador constituirán oxígeno puro.

El mandatario mexicano está urgido de levantar la economía, recuperar los empleos perdidos y generar los faltantes para darle una oportunidad a su promesa seminal de aliviar la pobreza crónica del país. Pero la inversión privada y en general la economía nacional han perdido fuelle, después de un momentáneo rebote, y amenazan con estancarse; en tales circunstancias la reactivación sostenida solo puede proceder de la posibilidad de hacerse de un mordisco mayor de la recuperación económica que experimenta Estados Unidos.

En los últimos días AMLO ha insistido en el potencial de México para sustituir las fábricas estadunidenses que se encuentran en suelo asiático, particularmente en China. Un argumento que ahora encuentra oídos extraordinariamente blandos en la Casa Blanca.

La cruel realidad que enfrenta el gobierno mexicano, en teoría comprometido con los desvalidos, le lleva ahora a traicionar la causa de los haitianos, los seres humanos más necesitados de ayuda en el Hemisferio Occidental. No se trata de crucificar en particular al jefe de Estado mexicano o sacar raja política; al margen de posiciones ideológicas cualquier otro presidente estaría haciendo lo mismo. Incluso habría que reconocer la insistencia de AMLO en la necesidad de invertir y llevar progreso en las zonas de origen de los migrantes y su deseo de involucrar a Estados Unidos en la tarea.

Pero evidentemente, se trata de estrategias de largo plazo. Por lo pronto, esto es lo que es. Los haitianos han sido víctimas de todos los infiernos posibles, y no hay limbo en que puedan refugiarse o aliviar sus penas dentro de su propio país. Las autoridades mexicanas pretenden que el territorio nacional, y por extensión el norteamericano, no se conviertan en ese limbo. Los incentivos ofrecidos a cambio, podrían ser inmensos. Lo dicho, la Realpolitik apesta. (Jorge Zepeda Patterson, Milenio Diario, Política, p. 12)

Diálogo económico y migración

La secretaria de Economía, Tatiana Clouthier, el canciller Marcelo Ebrard y el subsecretario de Hacienda, Gabriel Yorio, se encuentran en Washington para participar en la reactivación del Diálogo Económico de Alto Nivel (DEAN) entre México y Estados Unidos, que estará representado por la vicepresidenta Kamala Harris; el secretario de Estado, Antony Blinken, la secretaria de Comercio, Gina Raimondo, y el secretario de Seguridad Interior, Alejandro Mayorkas, entre otros integrantes del gobierno del presidente Joe Biden.

De acuerdo con información divulgada por la cancillería, este foro tiene el objetivo de acelerar las inversiones y la actividad económica en ambos países, para lo cual se conversará en torno a cuatro ejes temáticos: reconstruir juntos, en el contexto de la pandemia de Covid-19, promover el desarrollo económico, social y sustentable en el sur de México y Centroamérica, asegurar las herramientas para la prosperidad futura e invertir en el pueblo.

Debe recordarse que el DEAN fue lanzado en 2013, durante la administración mexicana de Enrique Peña Nieto y la estadunidense de Barack Obama, pero quedó suspendido desde 2016 debido al giro aislacionista que el ex presidente Donald Trump imprimió a su gestión. El cambio de rumbo, señalado por el regreso de los partidarios de la globalización a la Casa Blanca, implica retomar una interacción bilateral que, más allá de si resulta deseable o no, es en todo punto inevitable e indispensable para el curso de la economía mexicana.

 En esta tesitura, será necesario cuidar que el ímpetu integrador de Washington no se convierta en ocasión o pretexto para el injerencismo en los asuntos de competencia exclusiva de los mexicanos, tarea para la cual nuestro país se encuentra bien posicionado gracias a la estabilidad interna, tanto en lo económico como en lo político. Otra fortaleza nacional de cara a las negociaciones presentes y futuras se ubica en la exitosa construcción de una política exterior independiente, cuyo principal mérito ha sido reivindicar la soberanía sin que el aparato gubernamental estadunidense la perciba como un desafío y adopte, en consecuencia, actitudes hostiles.

De manera inevitable, el acento de las pláticas que tienen lugar hoy se encontrará en las muchas y complejas aristas del tema migratorio, el cual ha devenido central tanto en la agenda de Biden como en la del presidente Andrés Manuel López Obrador a raíz del imparable éxodo de personas provenientes principalmente de Guatemala, El Salvador, Honduras y Haití, quienes huyen de la asfixiante miseria y la falta de oportunidades en sus lugares de origen.

En este sentido, el DEAN ofrece un contexto idóneo para que Washington pondere la propuesta mexicana de trascender la visión policial y combatir a la migración en sus causas mediante el impulso al desarrollo del llamado Triángulo Norte de Centroamérica, pues, como expresó el martes López Obrador, no se puede resolver con medidas coercitivas un problema que requiere un tratamiento de fondo, integral, que se ofrezca trabajo, que se protejan los derechos humanos.

 Atender el proyecto mexicano representa para el mandatario estadunidense la oportunidad de articular la política migratoria con la reactivación económica que ahora impulsa mediante un histórico programa de estímulos, y con la humanización del trato a los migrantes que fue bandera electoral del demócrata.

 En esta discusión no puede perderse de vista que, salvo excepciones, los migrantes que llegan a México en situación irregular no buscan permanecer aquí, sino alcanzar el territorio estadunidense desde nuestra frontera norte, por lo que no puede alcanzarse una solución de fondo sin la participación preponderante de Washington.

 Dicha solución pasa por que Estados Unidos rompa las inercias sociopolíticas en las que se encuentra atrapado y emprenda un proyecto de futuro acorde con sus propias necesidades de mano de obra, con los derechos humanos de quienes anhelan residir en su territorio y con sus preocupaciones en materia de seguridad interior. (La Jornada, Editorial, p. 2)

Quebradero // La carta de AMLO y la propuesta de Biden

Pareciera que poco o nada les importa a los migrantes la pesadilla que significa tratar de llegar a la frontera sur de México, recorrer nuestro país y alcanzar lo que hoy en día ya no hay motivo para llamar “sueño americano”.

 Las condiciones son cada vez más adversas. Las rutas están controladas, lo que deriva en buscar nuevos caminos, los cuales son de mucho mayor riesgo que los que se utilizaban, que de suyo lo eran.

 Nuevas rutas llevan a que aparezcan “polleros” y la delincuencia organizada que “vende” la idea de que conocen caminos para poder llevarlos hasta la frontera, los cuales son de riesgo, pero al mismo tiempo se alejan de la mano de los agentes de migración y de la Guardia Nacional.

 A los migrantes les llegan a “pedir” hasta 4 mil dólares por guiarlos por caminos en verdad peligrosos por llevarlos a la “línea”, lo que en la gran mayoría de los casos no es otra cosa que una trampa y una estafa. La desesperación los lleva a pagar cantidades de dinero que se consiguen bajo enormes esfuerzos familiares; terminan por hacer muchas cosas que nunca imaginaron hacer.

 En medio de escenarios cada vez más crispados, violentos, represivos y ausentes de respeto de los derechos humanos, muchos mexicanos también se han visto afectados. Las autoridades están deteniendo indiscriminadamente a quien parece ser migrante, muchos connacionales han sido “confundidos” y, si no traen identificación, viven una larga pesadilla hasta que logran demostrar su nacionalidad.

 Conversando con investigadores del Colegio de la Frontera Sur, nos alertan sobre el despliegue de fuerzas de seguridad en las terminales de camiones en algunas ciudades del sur. Bajo criterios confusos y persecutorios, solicitan a todo aquel que suponen migrante una identificación. Muchos mexicanos han sido detenidos por no traer su credencial del INE.

 La situación se ha venido complicando riesgosamente porque el presunto proceso de “contención” está pasando por una acción del Gobierno cada vez más violenta con dosis de insensibilidad. No se soslaya el hecho de que los migrantes, en muchos casos, propio de su desesperación, atacan y agreden a los cuerpos de seguridad. Sin embargo, no se aprecian protocolos que resuelvan los problemas, sin pasar por alto que la situación es de suyo de enorme complejidad.

 Existe otra variable inquietante. Los habitantes de las ciudades en donde se encuentran concentrados muchos migrantes están confrontados. Las cosas llegan a tal grado, que en Tapachula defensores de derechos humanos nos dicen que sus habitantes están divididos sobre el quehacer de la autoridad.

 En las calles de la ciudad ya se han manifestado las diferentes formas de ver las cosas.

 Si se detiene a los migrantes como una forma de protegerlos de la delincuencia, por la forma en que se están haciendo las cosas, en buena medida en función de lo que quiere EU, no hay indicios de que se les esté protegiendo. Las violentas escenas muestran la ausencia de protocolos.

 En muchos casos tratan a los migrantes como si fueran delincuentes, pasando por alto que migrar es un derecho humano.

 En estos días se pudieran atemperar las cosas. No creemos que sustancialmente vayan a cambiar, pero habrá que ver qué pasa con las modalidades que Joe Biden va a presentar al proyecto de Trump de “Quédate en México”.

 Al mismo tiempo, López Obrador le estará enviando una carta al mandatario estadounidense para atacar una de las razones que llevan a la migración, bajo el no somos “pelele” de EU. La estrategia ya había sido diseñada por el tabasqueño y Trump, la cual no se cumplió. La crisis ya nos está rebasando y ya se habla de que es Humanitaria. (Javier Solórzano, La Razón, La dos, p. 2)

Bajo sospecha // La complicada relación bilateral

Mientras el Presidente López Obrador ve como uno de sus principales proyectos la refinería de Dos Bocas, el Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunció justo ayer un plan para que la engería solar produzca el 45 por ciento de la electricidad de ese país para el 2050, una ambiciosa meta para transformar el sector energético, y aseguró que así se le hará frente a la crisis climática.

Si bien en la reunión de alto nivel que se está llevando a cabo en Estados Unidos los principales temas a tratar son los económicos, el tema energético será central, pero también se hablará de seguridad y migración.

Hace dos meses entró en vigor el nuevo Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, el T-MEC, y las nuevas políticas energéticas en nuestro país podrían provocar que México incumpla sus compromisos energéticos y ambientales, así lo han indicado varios especialistas.

Se debe a que estas nuevas políticas limitan la generación privada de renovables para priorizar a las estatales Petróleos Mexicanos (Pemex) y Comisión Federal de Electricidad (CFE), lo cual contradice el acuerdo comercial. El T-MEC, que va hacia un libre mercado y una menor intervención del Estado, así como a la protección de inversiones de los tres países, sobre todo en el tema de energía y medioambiente.

Incluso, empresas internacionales se han acercado al World Resources Institute, WRI México, para denunciar que sus inversiones están en riesgo, incluso la Asociación Mexicana de Fibras Inmobiliarias (Amefibra), la Asociación Mexicana de Parques Industriales Privados (AMPIP), y otras empresas textiles han mostrado su preocupación.

Con los temas energéticos, la delegación mexicana la tendrá complicadísima para poder llegar a acuerdos con sus contrapartes. Pero, además, está el tema de la migración y seguridad que, si bien no es un tema central para este encuentro, sí es una crisis que hoy se ha desatado en nuestro territorio de migrantes que buscan pasar por México para llegar a Estados Unidos. El tema migratorio, que, sin duda, acaparará la agenda bilateral.

El Presidente López Obrador insistió en que a través de una carta pedirá a su homólogo, Joe Biden, que para la atención del fenómeno migratorio quiere la colaboración del vecino país para implementar un Plan de Desarrollo Integral para Centroamérica, el cual incluye, entre otros puntos, poner en marcha los programas Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo el Futuro en Guatemala, Honduras y El Salvador.

 La delegación mexicana lleva, de parte del Presidente Andrés Manuel López Obrador, una carta dirigida al mandatario de Estados Unidos, Joe Biden, solicitándole otorgar visas de trabajo en ese país a los centroamericanos que formen parte de alguno de los programas impulsados por la 4T, como Jóvenes Construyendo el Futuro o Sembrando Vida.

 Para Estados Unidos, el plan Sembrando Vida no funciona, ni para detener la migración y mucho menos para el control de la seguridad, pues sienten un México desbordado por el crimen organizado.

Pero además, después de la abrupta salida de Estados Unidos de Afganistán, Biden no se encuentra en su mejor momento político y está endureciendo sus políticas migratorias.

 Mientras tanto, aquí en México, las imágenes que hemos visto en la frontera con Chiapas son desgarradoras; hasta el momento, cuatro caravanas no mayores a mil personas han sido desarticuladas.

 En Estados Unidos hoy se visualiza una política migratoria como la implementada por el expresidente Donald Trump, quizá un poco más ligera.

 A México no le conviene que Estados Unidos endurezca sus posturas migratorias hacia los mexicanos, porque se ha reducido el número de connacionales que llegan al vecino país del norte, lo que sostiene parte importante de la economía de México con las remesas que envían.

 Hay otro tema que permanece en medio de la agenda económica: es el incremento de la violencia en México y el incremento de tráfico de fentanilo hacia Estados Unidos.

 Los cárteles Jalisco Nueva Generación y el de Sinaloa son los principales proveedores de esta droga. Hay más de 90 mil decesos, una cifra récord. Mientras las muertes allá son por el consumo de fentanilo, de este lado de la frontera el aumento de fallecimientos se debe a la violencia que esos mismos cárteles y otros grupos criminales generan por la disputa de plazas.

 Esperemos que sea un encuentro benéfico y en donde se lleguen a acuerdos. De no hacerse, Estados Unidos pierde, pero México mucho más. (Bibiana Belsasso, La Razón, México, p. 14)

La divisa del poder // La Corte va por la objeción de conciencia

La Comisión Nacional de los Derechos Humanos y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos condenaron los actos de hostigamiento y obstaculización de las funciones de defensores de derechos humanos y de periodistas en la cobertura, monitoreo y difusión de los flujos migratorios en Chiapas e hicieron un llamado al Estado mexicano para que garantice la seguridad de las organizaciones de la sociedad civil y de los comunicadores en sus legítimas labores de documentación. (Adrián Trejo, 24 Horas, México, p. 3)

Teléfono rojo // México – EU: reunión de alto nivel bajo reservas

La frontera seguirá cerrada

Los negocios pueden avanzar. Los estadunidenses son maestros en eso, pero manejan por vías distintas la diplomacia y es en este aspecto donde hay reservas de la Casa Blanca.

El mejor ejemplo es la apertura de la frontera común, una solicitud muchas veces hecha por López Obrador pero ignorada so pretexto de la emergencia sanitaria.

 Y su gobierno tiene reportes sobre la falta de voluntad de Washington para reabrirla por muchas razones aunque les afecte el comercio en su territorio, los exitosos shopping malls.

 Ese será un aspecto pero, más allá de las inconformidades con el discurso del gobierno mexicano, se pueden encontrar razones relativamente justificadas.

 Por ejemplo, los riesgos sanitarios porque la población mexicana carece mayoritariamente de vacunación y afectaría a la estadunidense.

 Además, la presión migratoria: relajar los accesos más allá de los viajes esenciales significaría exponerse a oleadas de indocumentados y reclamos de visas humanitarias.

 En adición están los riesgos de terrorismo, un temor heredado desde 2001 cuando la administración de George W. Bush investigó si los autores del S-11 llegaron por la frontera sur.

 Seguramente estos temas no estarán presentes en esta reunión de alto nivel, pero cómo trascenderán en el futuro. (José Ureña, 24 Horas, México, p. 4)

Antropoceno // Cartilla Moral para el país tapón

¿Cómo debemos tratar a los migrantes haitianos y centroamericanos? ¿Es aceptable hacer diferencias con los refugiados afganos? Estas preguntas éticas deberían ocupar al Gobierno que ha promovido la Cartilla Moral. La sociedad mexicana se enternece con las jóvenes afganas que saben robótica y fueron acogidas en México, mientras que le da la espalda a los desplazados por terremotos y huracanes en el Caribe y Centroamérica. Y aunque los políticos le dan al pueblo por su lado, esa bipolaridad merece autocrítica y hasta abordarse en la Cartilla Moral.

Pero no basta con desempolvar a Alfonso Reyes o con traducir a algún catedrático de ética de Harvard u Oxford. Tenemos dilemas propios e inéditos. En Estados Unidos y Europa se debate sobre los límites a la reunificación familiar de migrantes y se preguntan: ¿los trabajadores extranjeros deben tener derecho de hacer venir a los hijos adultos y a la abuelita o sólo a los vástagos menores de edad? En cambio, nosotros en México tenemos los dilemas morales de un país tapón, de un estado subcontratado para contener las olas migratorias. Si el TMEC bien valía un acuerdo de cooperación con Estados Unidos en control migratorio, ahora hay que responder las preguntas morales: ¿Qué tan lejos deben llegar nuestras tareas como achichincles de la Border Patrol?

Y más que una Cartilla Moral, sería útil un enfoque biopolítico o necropolítico. Porque cuando, indignados, difundimos el video de una migrante desesperada gritando que le han robado a su hijita, estamos cumpliendo la función que se nos asigna: divulgar que no vengan, que en México se separa a las familias (sea o no cierto). Se reprime a las caravanas migrantes y se filman las escenas; y cuando, finalmente, divulgamos en Twitter el video de los golpes y llantos, hacemos lo que se espera de nosotros ¿O hay otra manera más creíble de disuadir a los próximos contingentes?

Desde un enfoque biopolítico, al menos podemos comprender que nos hemos convertido en eficientes achichincles de esta “sociedad de control” (Foucault dixit). Y, cuando aparecen fosas colectivas con cuerpos de migrantes o se demuestra que las familias han sido separadas, es que ya estamos en peor nivel: es la necropolítica (Sayak Valencia, Ariadna Estévez, Amarela Varela dixerunt).

Si el Presidente es congruente, debería encargar que se amplíe la Cartilla Moral y se aborden en ella los mandamientos para un país tapón, como es el nuestro. Pero con honestidad, no inventando el pretexto de que se prohibe supuestamente a los migrantes desplazarse por el territorio nacional para protegerlos de múltiples peligros.

Ajá, cómo no. Y, nosotros, pongámonos a leer también cosas menos puras e idealizadas que las cartillas morales, a repensar nuestra manera de solidarizarnos con los migrantes. Incluso, pospongamos la lectura de tratados filosóficos desde el mullido sillón y salgamos a la calle, a visitar el albergue o ¿por qué no? a probar practicar la hospitalidad en serio, esa virtud sagrada para Zeus y Yahvé. (Bernardo Bolaños, La Razón, México, p. 10)

Uso de razón // México-EU: paren esa vergüenza

Lo que ocurre en las fronteras mexicanas, al sur y al norte, es una vergonzosa exhibición de crueldad institucional que pasará a la historia de la infamia de este siglo.

 Ni los xenófobos de Vox de España la han emprendido a patadas y culatazos contra migrantes, ni los xenófobos que gobiernan Hungría, ni los italianos de Salvini ni los brasileños de Bolsonaro.

 En México lo hace el gobierno federal.

 Lo hace la Guardia Nacional, que lleva el emblema de nuestro país en los brazaletes de los golpeadores, que pisan el rostro de los niños, golpean mujeres embarazadas y a gente pobre que huye de la violencia y la miseria.

 No es el exabrupto excepcional de un soldado, o de tres, sino una política institucional del gobierno de la República.

 Esa demostración de salvajismo es para cumplir con una disposición de la Suprema Corte de Estados Unidos y quedar bien con el presidente Biden, luego del error de haber jugado abiertamente en favor del supremacista Donald Trump.

 México no es así. ¿Qué nos pasa?

 Pasa que nos hemos vuelto indiferentes.

 Hay formas de ordenar e incluso contener la inmigración ilegal, pero se optó por la manera más sucia.

 Tienen que parar esa vergüenza.

 Aunque pongan 20 o 100 estatuas de indígenas en el Paseo de la Reforma, no se les va a quitar jamás la mancha de haber pateado, pisoteado y hacinado en pocilgas insalubres a seres humanos que buscan vivir al cobijo de la ley.

 Pasa a segundo plano que los orquestadores y ejecutores de esa barbaridad sean del partido que dice “primero los pobres”.

 Lo inadmisible es que lo hagan con el escudo nacional en el brazo, y en nombre de México.

 Las imágenes no mienten, y lo que se ve no se juzga: la Guardia Nacional se da la media vuelta y deja ir a narcotraficantes armados e insolentes, pero se ensaña a golpes contra haitianos desvalidos y mujeres con sus hijos apretados al pecho.

 Los grupos criminales han asesinado a más de 100 mil personas en lo que va del sexenio. Y se les deja proseguir su marcha macabra.

 ¿Cuántos mexicanos han matado los guatemaltecos, los salvadoreños, las mujeres haitianas o los niños que cargan en sus espaldas? Ninguno.

 Contra ellos, toda la furia del cuerpo militarizado que se creó en esta administración.

 La reunión de alto nivel que hoy celebran Estados Unidos y México es la última llamada para frenar esa atrocidad que perpetra la Guardia Nacional mexicana en las fronteras sur y norte del país.

 Una salida práctica e inmediata es que la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) asigne más recursos para apoyar a las organizaciones que albergan a los migrantes centroamericanos y caribeños en México.

 Cuando Trump le impuso al recién estrenado gobierno mexicano el “Quédate en México”, nuestras autoridades lo aceptaron sin pedir dinero para operarlo. Y Estados Unidos, obvio, tampoco le dio.

 Eso tiene que ser distinto con Biden. No son iguales.

 El presupuesto federal en este país aún no está aprobado, y es el momento idóneo para hacer los ajustes necesarios.

 No tiene lógica que México reciba sólo 157 millones de dólares de ayuda directa, frente a los más de 400 millones de dólares que se le asigna a Colombia. Hoy México juega, para EU, un papel más estratégico que Colombia.

 Sólo con recursos se pueden tener “salas de espera” en condiciones humanitarias aceptables. Si México no quiere destinar dinero a esa tarea que le asignaron y aceptó, que lo provea Estados Unidos.

 Éste es el momento de exigirlo. Lo que no se puede es seguir con tamaña salvajada en nuestro territorio (sugiero leer, para el caso de los haitianos, https://www.eluniversal.com.mx/opinion/leon-krauze/la-voz-de-los-haitianos-en-chiapas).

 La organización internacional Médicos Sin Fronteras emitió un comunicado esta semana en el que anunció “una intervención de emergencia en la ciudad de Tapachula, Chiapas, donde unas 40 mil personas están atrapadas por el fracaso del sistema de asilo”.

 Denunció “las condiciones de hacinamiento y falta de acceso a servicios médicos y servicios sociales que sufren estas comunidades tanto en el norte como en el sur” de México.

 “Estas personas se encuentran con pocas alternativas de albergue, hacinadas o en situación de calle con condiciones sanitarias precarias y riesgo de contagio por Covid-19”, afirmó Christoph Jankhöfer, coordinador en México del proyecto de migrantes de MSF.

 Son decenas de miles. Hasta eso, no tantos.

 ¿No quiere el gobierno mexicano gastar dinero en dar un trato digno a los refugiados?

 Que se lo exija a Estados Unidos, pues para allá van los migrantes.

 Pero deben parar esa vergüenza cuanto antes. (Pablo Hiriart, El Financiero, Nacional, p. 34)

Cable Diplomático // Tres ideas para México

La semana pasada mencioné que el desastre de Estados Unidos en Afganistán tenía pocos precedentes y que habría de marcar el rumbo de la administración del Presidente Biden; especialmente aquel que apunta a Noviembre de 2022, en el que habrá elecciones legislativas y en las cuales los demócratas se estarán jugando el control del congreso que necesitan de forma toral si quieren gobernar y sacar adelante algunas prioridades, como es el modelo de inversión en infraestructura, elevar el techo de la deuda estadunidense que está a punto de llegar a su límite, etc. En ese sentido, al gobierno de Joe Biden y Kamala Harris le urge un cambio de narrativa y de ideas en la opinión pública. El tema de la vacunación se ha estancado últimamente y enfrenta una grave crisis debido a que muchas personas se rehúsan a recibir la inyección, por diversas razones. Esto ha generado una nueva ola de casos de COVID y por ende, de hospitalizaciones, etc.

Aquí hay tres ideas que México podría proponer para ayudar a Estados Unidos a cambiar la narrativa y darle un giro a la discusión pública; además, son temas en los que nuestro país tiene mucho que ganar y Washington necesita desesperadamente un punto de inflexión en este momento. Veamos.

El primero de ellos tiene que ver con la ruta para legalizar a los jóvenes beneficiarios del programa “DACA” (llamados “dreamers”) y cuyo caso podría resonar con diversos sectores del electorado en Estados Unidos. A México le interesa porque la mayoría de estos jóvenes que viven en el limbo legal son nacionales de nuestro país (o podrían serlo, en caso de no tener papeles debidamente documentados). Ello significaría sacar de las sombras a jóvenes con enorme potencial y darles una voz clara y beneficios que no tienen actualmente.

La segunda cosa que México podría posicionar en la opinión pública y avanzar en la agenda bilateral es la oportunidad de verdaderamente desarrollar un programa de inversión y crecimiento en la región centroamericana y su frontera sur. No se trata solamente de que la Guardia Nacional contribuya a detener migrantes para evitar que lleguen al norte, sino de generar condiciones óptimas que atiendan el problema de forma estructural.

La tercera cosa que México podría intentar avanzar en su agenda bilateral es la integración de las cadenas de suministro que pertenecen y forman parte del nuevo T-MEC que recién fue negociado y firmado hace unos meses. Hay todavía temas pendientes, pero de cara a la reactivación económica tan necesaria para los tres países del tratado, México tiene la oportunidad de avanzar los temas que considera importantes.

Todo lo anterior son solamente ideas y quizás ya se estén haciendo cosas en este sentido, pero México puede aprovechar el momento; está en una posición única para que su voz sea escuchada en Washington. Claro, esto implicará ser flexibles, negociar y ajustar algunos detalles. Pero las circunstancias vuelven a mostrarle al país una cara favorable. No dejemos pasar la oportunidad; aquí estas ideas de por dónde avanzar en una ruta ganar-ganar.

La semana pasada mencioné que el desastre de Estados Unidos en Afganistán tenía pocos precedentes y que habría de marcar el rumbo de la administración del Presidente Biden; especialmente aquel que apunta a Noviembre de 2022, en el que habrá elecciones legislativas y en las cuales los demócratas se estarán jugando el control del congreso que necesitan de forma toral si quieren gobernar y sacar adelante algunas prioridades, como es el modelo de inversión en infraestructura, elevar el techo de la deuda estadunidense que está a punto de llegar a su límite, etc. En ese sentido, al gobierno de Joe Biden y Kamala Harris le urge un cambio de narrativa y de ideas en la opinión pública. El tema de la vacunación se ha estancado últimamente y enfrenta una grave crisis debido a que muchas personas se rehúsan a recibir la inyección, por diversas razones. Esto ha generado una nueva ola de casos de COVID y por ende, de hospitalizaciones, etc.

Aquí hay tres ideas que México podría proponer para ayudar a Estados Unidos a cambiar la narrativa y darle un giro a la discusión pública; además, son temas en los que nuestro país tiene mucho que ganar y Washington necesita desesperadamente un punto de inflexión en este momento. Veamos.

El primero de ellos tiene que ver con la ruta para legalizar a los jóvenes beneficiarios del programa “DACA” (llamados “dreamers”) y cuyo caso podría resonar con diversos sectores del electorado en Estados Unidos. A México le interesa porque la mayoría de estos jóvenes que viven en el limbo legal son nacionales de nuestro país (o podrían serlo, en caso de no tener papeles debidamente documentados). Ello significaría sacar de las sombras a jóvenes con enorme potencial y darles una voz clara y beneficios que no tienen actualmente.

La segunda cosa que México podría posicionar en la opinión pública y avanzar en la agenda bilateral es la oportunidad de verdaderamente desarrollar un programa de inversión y crecimiento en la región centroamericana y su frontera sur. No se trata solamente de que la Guardia Nacional contribuya a detener migrantes para evitar que lleguen al norte, sino de generar condiciones óptimas que atiendan el problema de forma estructural.

La tercera cosa que México podría intentar avanzar en su agenda bilateral es la integración de las cadenas de suministro que pertenecen y forman parte del nuevo T-MEC que recién fue negociado y firmado hace unos meses. Hay todavía temas pendientes, pero de cara a la reactivación económica tan necesaria para los tres países del tratado, México tiene la oportunidad de avanzar los temas que considera importantes.

Todo lo anterior son solamente ideas y quizás ya se estén haciendo cosas en este sentido, pero México puede aprovechar el momento; está en una posición única para que su voz sea escuchada en Washington. Claro, esto implicará ser flexibles, negociar y ajustar algunos detalles. Pero las circunstancias vuelven a mostrarle al país una cara favorable. No dejemos pasar la oportunidad; aquí estas ideas de por dónde avanzar en una ruta ganar-ganar. (Federico Ling, El Sol de México, Mundo, P. 24)

La discriminación aceptable

En la sociedad mexicana todavía imperan muchos prejuicios y exclusiones, pero aún así la discriminación por religión, condición física o económica, raza, preferencias sexuales o políticas, género o demás motivos se ha vuelto cada vez más injustificable. Quienes siguen ejerciéndola ya no pueden hacerlo descaradamente y sin el temor de pagar al menos algún tipo de costo social. Necesitan disimular, pretender que sus ideas o prácticas discriminatorias (sean clasistas, racistas, misóginas, homofóbicas, transfóbicas, xenofóbicas, etcétera) en realidad no son eso sino otra cosa. Más que argumentos tienen evasivas; subterfugios endebles y desesperados para tratar de excusar lo inexcusable. Es un triunfo de los valores democráticos -de la igualdad, el pluralismo y la inclusión- que sus antagonistas estén tan desprovistos y a la defensiva, que no puedan militar abiertamente en su contra. Salvo cuando se trata de los migrantes.

Porque todo indica que con ellos la discriminación sigue siendo perfectamente tolerable. Es la aberrante “magia” de las fronteras: lo que para quienes viven de un lado se considera violación de sus derechos humanos, para quienes vienen del otro se llama política migratoria. No importa el conocimiento acumulado sobre la historia de las migraciones (e.g., que son ciclos más que “crisis”; que las fuerzas de expulsión y atracción que las impulsan tienen causas muy profundas y poderosas contra las que es muy difícil, y a veces contraproducente, legislar; sobre cómo se fortalecen los países que gestionan la migración con una perspectiva menos punitiva y más de derechos, oportunidades e integración). ¿Por qué la arbitrariedad del nacimiento, tan fácilmente identificable como una fuente de injusticia cuando se habla de desigualdad socioeconómica, no se reconoce también como una fuente de injusticia cuando se habla de fronteras y migración? ¿En qué momento, por qué causas y con qué implicaciones, la ciudadanía se vuelve un criterio válido para decidir que dos grupos de personas con idéntica dignidad, aunque uno “nacional” y otro “extranjero”, puedan ser tratados de un modo tan distinto por una misma autoridad? ¿Cómo hacemos para tener la “conciencia nacional” tranquila cuando nuestro gobierno maltrata a los migrantes centroamericanos como nunca admitiríamos que el gobierno de otro país maltratara a los migrantes mexicanos?

Hay que reconocer, sin regateos, que el presidente López Obrador ha sabido marcar rumbo, ser el líder que el país necesita no para encarar con honestidad autocrítica la situación, pero sí para arrellanarse en la comodidad de la negación y la autocomplacencia. Tras la brutalidad de las imágenes que circularon durante los últimos días, mostrando a autoridades mexicanas cazando migrantes indefensos, el Presidente aseguró que “tenemos que cuidar a los migrantes […] Si nosotros permitimos que transiten al norte de nuestro país para cruzar la frontera, estamos corriendo riesgos […] En el sur no hay la delincuencia organizada que se tiene lamentablemente en el norte”. En pocas palabras, según predica el “humanista” de las mañaneras, reprimir a los migrantes es una forma de protegerlos no solo de su legítima intención de buscar una mejor vida fuera de sus países de origen, sino de la franca incapacidad de su propio gobierno para garantizar la seguridad en el territorio nacional.

Pero el meollo del asunto, al final del día, no está solo en las incongruencias discursivas ni en la inocultable incompetencia del Presidente para hacerse cargo del problema. El meollo está, además, en la indiferencia social respecto a lo que está pasando en la frontera sur. Sea por facilidad, por desinterés o por fatiga, la sociedad mexicana está transigiendo con una política que debería resultarle inaceptable y con una serie de mentiras que dicen mucho, demasiado, de su propia voluntad no solo de desentenderse sino de autoengañarse. (Carlos Bravo, Reforma, Opinión, p. 12)

Visión económica / Expectativa ingenua

El candidato y luego Presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) criticó a los gobiernos calificados por él como neoliberales por no haber logrado un crecimiento económico alto y sostenido, como en el llamado desarrollo estabilizador, pero en la práctica sus políticas públicas obstaculizan todavía más la expansión de la economía.

Al tomar posesión como Presidente, AMLO dijo el 1 de diciembre de 2018: “En cuanto a la política económica aplicada durante el periodo neoliberal, de 1983 a la fecha, ha sido la más ineficiente en la historia moderna de México. En este tiempo la economía ha crecido en 2 por ciento anual, y tanto por ello como por la tremenda concentración del ingreso en pocas manos, se ha empobrecido a la mayoría de la población hasta llevarla a buscarse la vida en la informalidad, a emigrar masivamente del territorio nacional o a tomar el camino de las conductas antisociales”.

En mayo de 2019, en su llamado Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024, AMLO afirmó: “Una de las tareas centrales del actual Gobierno federal es impulsar la reactivación económica y lograr que la economía vuelva a crecer a tasas aceptables”. Y para 2024 ofreció: “El fortalecimiento de los principios éticos irá acompañado de un desarrollo económico que habrá alcanzado para entonces una tasa de crecimiento de 6 por ciento, con un promedio sexenal de 4 por ciento”.

Pero una cosa son los sueños y otra las realidades. Los datos muestran que las políticas públicas de la 4T son contrarias a las que serían necesarias para alcanzar un crecimiento económico aceptable. El Producto Interno Bruto (PIB) real cayó un promedio anual de 4.2 por ciento en 2019-2020. Es cierto que ese número refleja principalmente la caída de 2020 causada en gran medida por la pandemia de Covid-19, pero en 2019, sin pandemia, hubo una caída leve por la política económica oficial que luego, para colmo, enfrentó torpemente la crisis sanitaria y acentuó el desplome económico (8.3 por ciento) del año pasado.

El crecimiento ha tendido a recuperarse este año, pero como señalé en mi columna previa, este repunte se explica no por una política interna acertada, sino por el impulso derivado de un rebote natural, las exportaciones hacia Estados Unidos (EU) y las remesas familiares enviadas por los trabajadores migrantes mexicanos.

Lo cierto es que el Gobierno sigue sin dar prioridad al crecimiento económico, como quedó de manifiesto en el Tercer Informe de Gobierno. En su mensaje, AMLO menciona de pasada la economía y se limita a señalar que “casi todos los pronósticos para este año coinciden en que la economía crecerá alrededor de 6 por ciento…”, sin reconocer las verdaderas razones de ese resultado.

En su conferencia matutina del lunes pasado, a pregunta expresa de un periodista sobre la segunda parte de su sexenio, AMLO contestó: “Lo escribí en el libro. Primero, de que vamos a crecer en estos tres años, vamos a crecer porque ya estamos saliendo de la crisis que produjo la pandemia, ya todos los pronósticos mencionan que vamos a crecer este año alrededor de 6 por ciento y yo estoy pensando que hasta el 24 vamos a crecer en promedio 5 por ciento anual, de modo que va a haber crecimiento económico”.

Esta expectativa ingenua del prócer de la 4T, de que porque lo piensa se da, no tiene sustento, y menos cuando su política económica desalienta la inversión privada y el crecimiento económico. Considero que su previsión de crecimiento de 5 por ciento promedio anual (2022-2024) es otra más de sus muchas habladurías, y estoy convencido que, si bien nos va, ese promedio apenas se acercará a 3 por ciento. En consecuencia, su Administración superará por mucho la ineficiencia que él tanto critica de los gobiernos del vituperado periodo neoliberal, porque el crecimiento promedio (alrededor de 1 por ciento) será menor, la pobreza mayor, aumentarán la informalidad y la migración y, lo que es más grave, el crimen proliferará, como hasta hoy, impunemente. Faltan 280 días. (Salvador Kalifa, Reforma, Negocios, p. 2)

Cartones

carton 1

(Rapé, Milenio Diario, Al frente, p. 2)

Míster NO Pelele

carton 2

(Chavo Del Toro, El Economista, Política y Sociedad, P. 44)