Opinión Migración 150821

Trabajo sucio

En México nos referimos a “trabajo sucio” cuando el gobierno deporta extranjeros por presiones de Estados Unidos. Es un asunto que tiene sus bemoles y que podría considerarse como “políticamente incorrecto” hablar o escribir sobre este tema. Atañe directamente a la soberanía, seguridad y orgullo nacional, pero al mismo tiempo es un tema central en un contexto de vecindad, geopolítica y asimetría de poder.

La última crisis migratoria y la más sonada fue la de junio de 2019, con el chantaje de Donald Trump, para imponer aranceles si no se detenía el flujo. Y la Cuarta Transformación (4T) tuvo que bajar la cabeza y enviar a Marcelo Ebrard para apagar el fuego y negociar un plazo de tres meses. Luego envió a 20 mil integrantes de la Guardia Nacional a detener el flujo. Y en efecto, en 90 días las aprehensiones en Estados Unidos bajaron de 130 mil a 30 mil, su cause normal.

Ahora la corriente migratoria está desbordada con 210 mil aprehensiones realizadas por la Patrulla Fronteriza en julio. La cifra hay que tomarla con cuidado, aunque sea el argumento principal que esgrimen los estadunidenses. En primer término, hay que descontar de la cifra global a unos 60 mil mexicanos, en su mayoría jóvenes y solteros, capturados por la Patrulla Fronteriza a los cuales el gobierno no los puede detener o capturar. En segundo lugar, se trata de eventos, no de personas, en un mes un migrante puede intentar el cruce varias veces después de haber sido capturado y devuelto.

Dada la magnitud del flujo actual se estaba utilizando la táctica de catch and realease, de capturar y deportar, pero se han dado cuenta de que no funciona y ahora se va a detener y procesar a los reincidentes que tendrán que pasar varios meses en confinamiento. Por otra parte, en estos momentos se aplica la norma del capítulo 42, que permite, en casos de pandemia, la devolución inmediata de inmigrantes a México, incluidos extranjeros.

Salvo en el caso del inefable Donald Trump, que negociaba por medio de tuits, estos asuntos siempre han ido por lo bajo y por la vía diplomática, por lo general se trata de un quid pro quo, o de un favor que luego se cobra; no hay negociación abierta, ni pública, menos aún transparente.

El tema de las causas de la migración planteado por López Obrador ha sido retomado por la administración de Joe Biden, lo cual sin duda es un paso importante. La región centroamericana ha sido totalmente descuidada y ahora sé pagan las consecuencias que eran previsibles. Pero el desarrollo y la inversión son asuntos de mediano plazo. Lo que importa ahora es la coyuntura y la realidad ineludible de que la primera crisis de Biden ha sido migratoria. Y eso compromete a México y enturbia la relación bilateral.

Según se dijo, la llamada telefónica entre AMLO y Harris trató de la apertura de la frontera, Covid y Migración. Pero éstos no son temas aislados, están íntimamente relacionados. La llegada de cerca de 100 mil migrantes mensuales a la frontera norte, en su mayoría no vacunados, complica tremendamente la posibilidad de controlar la epidemia y abrir la frontera. Lo cual se agrava con los miles de deportados que cada día regresan al territorio nacional y que, al igual que los inmigrantes, viven en condiciones muy precarias.

Obviamente la donación de vacunas puede ayudar a controlar la situación, pero esto no es gratis, tampoco caridad cristiana. Otra vez, México queda entre la espada y la pared. Y los paganos y más débiles serán los migrantes. Suponemos que el problema se trasladará a la frontera sur que también está saturada de población flotante.

Lo que resulta paradójico es que hasta el momento no exista un organismo gubernamental que asuma de manera integral el tema migratorio. La Subsecretaría de Derechos Humanos, Población y Migración, que encabeza Alejandro Encinas, se desligó del tema migratorio hace mucho tiempo.

Por otra parte, la Unidad de Política Migratoria se separó del Instituto Nacional de Migración para tener independencia del área operativa y proveer de información y análisis para definir políticas públicas de largo y corto plazos y tomar decisiones en asuntos coyunturales. Pero en la actualidad la política migratoria se define, se supone, en la Dirección General para América del Norte, que atiende una multitud de otros temas y problemas.

Los estadunidenses consideran que ya hicieron lo que les corresponde al diseñar su estrategia para enfrentar las causas de la migración en el norte de Centroamérica y México propone el programa elaborado por la Cepal, entre otras iniciativas.

Pero el problema es la coyuntura, que se repite una y otra vez. Hace unos días Colombia y Panamá negociaban un tránsito ordenado y seguro para miles de migrantes, para que pudieran pasar luego a Costa Rica y así sucesivamente hasta llegar a México, último país de tránsito.

Controlar y regular el ingreso y tránsito migratorio es un derecho soberano de México, al igual que definir su política migratoria, pero hacerlo por presión de Estados Unidos, es comprometerse a realizar el trabajo sucio. Todo esto era previsible. (Jorge Durand, La Jornada, Opinión, p. 14)

Editorial / Migración: ambigüedades y retrocesos

Un juez federal estadunidense ordenó al gobierno del presidente Joe Biden restablecer la política migratoria de “permanecer en México”, implementada a inicios de 2019 por Donald Trump para obligar a los solicitantes de asilo a esperar en nuestro país los resultados de sus audiencias. Desde un inicio, organizaciones de derechos humanos denunciaron que los eufemísticamente llamados “Protocolos de Protección a Migrantes” decretados por el ex mandatario republicano violaron el debido proceso de los buscadores de refugio, y los pusieron en riesgo de ser víctimas de secuestros, abusos, violaciones y otros delitos.

La sentencia del juez Matthew Kacsmaryk -designado por Trump- amenaza con empeorar un panorama que ya era sombrío para quienes ingresan a Estados Unidos sin contar con los documentos migratorios requeridos. En efecto, pese a que la llegada de Biden a la Presidencia trajo consigo el fin de algunas de las más execrables medidas dictadas por el magnate, así como un giro retórico que debe saludarse en cuanto acaba con la demonización de las personas migrantes, en los hechos la frontera sigue tan o más cerrada a ellas como durante el cuatrienio conocido a nivel mundial por su desembozada xenofobia.

Ejemplo de las ambigüedades que caracterizan a la conducta de la administración demócrata en la materia es que se mantuviera el Título 42, una disposición trumpiana que permite a Estados Unidos expulsar a los migrantes que entren sin documentos a su territorio, con el pretexto del combate a la propagación del Covid-19. En una acción incluso más lamentable, a inicios de este mes trascendió que Washington está deportando a ciudadanos centroamericanos en avión a distintos puntos de México en vez de a sus países de origen, una práctica que nunca antes se había registrado, y acerca de la cual ya expresó su preocupación la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).

De acuerdo con funcionarios que hablaron a condición de anonimato, este endurecimiento en las políticas de expulsión se da mientras aumenta la cantidad de personas que intentan ingresar a territorio estadunidense de manera irregular. Se estima que en julio las autoridades federales recogieron a más de 19 mil niños no acompañados, lo cual marca un nuevo máximo histórico; además de 80 mil personas que viajaban en familia, que representan un incremento de 30 por ciento en comparación con el mes anterior. Asimismo, se ha disparado el número de migrantes mexicanos detenidos, al pasar de 96 mil entre enero y mayo de 2020 a casi 284 mil en el mismo periodo de este año.

En conjunto, estos datos hablan tanto de un alza en el flujo migratorio a resultas de las expectativas puestas en el gobierno de Biden, como de una realidad en que las políticas de la Casa Blanca en la materia permanecen inalteradas en lo esencial pese a los vaivenes partidistas. En tal escenario, se avizora complicado que los migrantes logren en el corto plazo el propósito de reunirse con sus familias o establecerse en Estados Unidos para reiniciar sus vidas a salvo de la violencia, la criminalidad o la falta de oportunidades que los orillaron a dejar atrás sus tierras natales; sólo cabe desear que iniciativas como la anunciada ayer por la Secretaría de Relaciones Exteriores contribuyan a mitigar los peligros a los que se ven expuestos quienes atraviesan México en su intento por llegar a nuestra nación vecina del norte. (Editorial, La Jornada, p. 2)

La Tercera Nación

Me encuentro en la segunda ciudad del mundo con más mexicanos. Crisol de culturas, Los Ángeles suda la diversidad de las metrópolis que ven al extranjero como una posibilidad para construir sueños, no como amenaza. Acompaño a mi amigo Agustín González Garza, avecindado por décadas en estas tierras. Hemos tenido conversaciones con algunos mexicanos, migrantes incorporados legalmente a la fuerza laboral de una de las economías más fuertes y competitivas del mundo. Se trata de personas muy trabajadoras que fungen como operarios en la industria de alimentos, algunos de ellos tienen dos y hasta tres trabajos al día, señal del reto que implica ganarse la vida en esta zona.

Los migrantes mexicanos en Estados Unidos, especialmente los de segunda y tercera generación, son resultado de una fusión donde la identidad es una raya en el agua: la Tercera Nación, una cultura híbrida que no es asimilada por ninguna de las dos ramas que la originan, la mexicana y la norteamericana.

Como una afortunada coyuntura, un apreciado lector me refiere un artículo del prometedor jugador del Real Salt Lake, el portero David Ochoa, nacido en Oxnard, California, de padres mexicanos. Se trata de un conmovedor testimonio intitulado “Mi camino a México” donde el futbolista explica las razones por las cuales ha preferido representar al país de sus ancestros y no al de las barras y las estrellas. Su padre y su abuelo son Chivas de corazón. Ochoa describe su infancia californiana en un contexto totalmente latino, con tradiciones mexicanas. Desde niño aspiraba a jugar para el Guadalajara, cuya camiseta es uno de los emblemas mexicanos más reverenciados por muchos compatriotas en Estados Unidos (junto con la Virgen de Guadalupe y la bandera de México). Al poco tiempo destacó en fuerzas básicas y emigró a la capital de Jalisco para jugar en la academia de las Chivas Rayadas. Parecía el sueño americano al revés. Algo no salió bien; a pesar de su apariencia mexicana, en Guadalajara era “el gringo”, sufrió bullying y depresión. Para colmo, recordó que en Estados Unidos era “the mexican”. Se puede vivir sin patria, no sin identidad. Ochoa no la encontró en la nación Chiva.

Regresó a su país natal y fue convocado para el Mundial Sub-20 junto con otros mexiconorteamericanos. Posteriormente integró la selección que derrotó a México en la pasada Nations League. Fue invitado a la Copa de Oro, ahora por México, donde jugó al lado de algunos ídolos de su infancia. ¿De dónde es entonces David Ochoa? Él confiesa: “…no importa cuánto lo intente, nunca seré completamente americano. Tampoco seré completamente mexicano (…) Después de todo lo que ha pasado, sólo quiero ser feliz. Es por eso que decidí elegir a México”.

No concluyo de esta historia que se es más feliz en un país o en otro. Lo que quiero destacar es la existencia de millones de mexicanos en Estados Unidos que nunca serán totalmente americanos o mexicanos. Son la Tercera Nación y México debería, desde el gobierno, hacer algo para establecer mejores y mayores lazos de comunicación como otras naciones han hecho con su diáspora.

El futbol es un pasaporte universal. Agustín me ha confesado que cuando era niño, en la cabecera de su cama había un póster de su ídolo: Isidoro “Chololo” Díaz, vistiendo la camiseta rayada del equipo de sus amores. Hace no mucho tiempo mi amigo angelino visitó la perla tapatía. Le pedí que llevara un libro que atesora: Chivas: La historia oficial del Guadalajara. El destino confabuló un encuentro sorpresivo, aunque premeditado. Llegamos a comer Agustín, otros amigos y yo a un restaurante. Al lado de él dejé una silla vacía. A la hora convenida conmigo, se apersonó un hombre octogenario, levantó el pecho y dijo: “Mucho gusto, Isidoro Díaz”. Agustín, sentado e incrédulo, lo miró hacia arriba, como tantas veces habrá visto aquel póster de la infancia. Se levantó de la mesa para darle un abrazo a la leyenda.

Quizá alguna vez el ser humano reconsidere y enmiende. Quizá alguna vez eliminemos las fronteras y las nacionalidades y no necesitemos pasaportes o visas para transitar sin más restricción que nuestras aspiraciones. Quizá así podamos cumplir nuestros sueños y ser felices, como un portero que juega donde quiere, o como un adulto que vuelve a ser niño en un abrazo. (Eduardo Caccia, Reforma, Opinión, p. 8)

Sacapuntas// Solidaridad mexicana

De inmediato, el presidente López Obrador instruyó al canciller Marcelo Ebrard, al titular de la Sedena, Luis Cresencio Sandoval, y a la coordinadora Nacional de Protección Civil, Laura Velázquez Alzúa, a enviar ayuda a Haití, donde un sismo de 7.2 grados dejó ayer centenas de muertos. El mandatario mexicano lamentó la tragedia y sin pensarlo dos veces ordenó apoyar. (Sacapuntas, El Heraldo de México, LA2, p.2)