Opinión Migración 241021

Seis premisas para una política migratoria

La política migratoria es una de las más difíciles y complicadas de diseñar y, peor aún, de aplicar.

Lo que responde a un conjunto de razones o factores que resulta fundamental tener en cuenta, primero porque se refiere a seres humanos, a personas en situación de movilidad que tienen, ostentan y demandan derechos; en segundo término, porque es un fenómeno social dinámico y cambiante, por lo cual la coyuntura siempre suele rebasar a las disposiciones en letra escrita y, por último, que no es lo mismo en política ser nación receptora, emisora, de tránsito, de retorno, de refugio o las cinco cosas a la vez, como pasa en México.

Cada modalidad migratoria requiere de una política específica. Pero en nuestro caso, se añaden otras dos razones de tipo geopolítico. México es vecino del país más rico, poderoso y atractivo del mundo y tiene una frontera de 3 mil kilómetros de largo. Y, por eso mismo, es la “última nación de tránsito” donde pasa y se atora todo el flujo que quiere llegar a pisar, tocar y disfrutar del llamado sueño americano.

No es lo mismo ser un país de tránsito como Guatemala, o las siete naciones que tienen que atravesar los haitianos, que el caso de México, donde la corriente migratoria rebota frente al muro.

Por si fuera poco, hay que tomar en cuenta cuatro características que, por lo general, no son tomadas en cuenta: el carácter tricotómico de las políticas migratorias, el carácter disruptivo del migrante, el efecto boomerang y el efecto llamada.

Por lo general, las políticas migratorias suelen ser dicotómicas y dividen el universo en migrantes regulares e irregulares. También suele ser dicotómica la interpretación que se hace entre migrantes económicos y forzados. Pero en ambos casos, en el medio hay una zona gris gigantesca que debe tomarse en cuenta. Es decir, el asunto es mucho más complejo, por lo que proponemos una visión tricotómica.

En la zona gris existen millones de personas que son irregulares, pero que no pueden ser deportados y que resulta complicado regularizarlos.

Es el caso de los dreamers en Estados Unidos; los ahora llamados trabajadores esenciales, como los de la agricultura y los servicios sanitarios que no conviene deportarlos; los que tienen estatus temporal protegido (TPS, por sus siglas en inglés) y que siempre se ven obligados a renovarlos; los que tienen hijos o cónyuges que son ciudadanos; quienes solicitan refugio o visas humanitarias y los que alegan todo tipo de argumentos, a, b, c, d, o bien interponen procedimientos legales.

Hay tal cúmulo de excepciones que hacen muy difícil aplicar la ley a rajatabla.

Y esto se debe al carácter disruptivo del migrante que pone su cuerpo y su vida por delante, su pasado y su presente, que demanda y exige que se le escuche y se le respete como ser humano.

El migrante irregular rompe con el orden establecido, pero no es un delincuente, ni puede ser tratado como tal.

Este carácter disruptivo suele ser personal, pero también social o grupal, es el caso de los boatpeople, las pateras que llegan a las costas de España o Italia, las caravanas que ingresan o se forman en México y el caso actual de los haitianos que dieron el portazo en Del Río, Texas.

En muchos casos estas personas tienen que ser aceptadas de alguna manera y ellos lo saben.

El efecto boomerang se da cuando la política migratoria logra su objetivo, pero causa un efecto o un desperfecto mucho mayor, o contrario a lo que se pretendía lograr.

A nivel académico fue Robert Merton el primero que lo analizó y lo categorizó, en 1936, como “consecuencias no esperadas, no previstas o no intencionadas” de una acción, en nuestro caso de una política específica, “formalmente organizada”.

En el caso de Estados Unidos el ejemplo más claro de esta situación es el muro y militarización de la frontera. Era previsible que con estas medidas los costos y riesgos del cruce subrepticio serían más altos, lo que operaría como un efecto disuasivo.

Pero lo que no esperaban, o no previeron, era que el flujo no sólo no se detuviera, sino que al ser más caro y riesgoso el cruce, los migrantes irregulares no regresarían, lo que incrementó el volumen general de migrantes irregulares hasta cerca de 12 millones.

El remedio fue peor que la enfermedad.

Dice Merton que la no anticipación de las consecuencias depende del estado del conocimiento sobre el tema en específico.

La moraleja es clara, las políticas migratorias deben definirse con el apoyo de especialistas que puedan predecir, más allá de la coyuntura.

El otro efecto es el de “llamada”.

Sobre este término no conozco su autoría, pero se utilizó ampliamente en España en las últimas décadas del siglo XX, cuando empezaron a llegar migrantes ecuatorianos, colombianos, peruanos, dominicanos y de otros países a trabajar en la construcción, los bares y el cuidado de niños y ancianos, entre otras labores.

El efecto llamada, se refiere a una política de acogida o de liberalización de trámites para determinados migrantes que facilita el proceso.

En este caso se favorecía a migrantes hispanohablantes de las antiguas colonias. Obviamente en la “llamada” había todo un interés económico, político y cultural. Se trataba de llenar esos puestos de trabajo con latinoamericanos, no con marroquíes o africanos, que habría sido otra posibilidad.

Hay efectos llamada programados, pero también aquellos que no se consideraron como tales.

Unas pocas palabras de Joe Biden generaron un efecto llamada impresionante entre la comunidad haitiana radicada en Brasil y Chile, pero también contribuyó, en mucho, la crisis económica en tierras brasileñas y las medidas restrictivas y xenófobas en las chilenas.

Estas seis premisas deben ser tomadas en cuenta a la hora de legislar y de aplicar las políticas migratorias.

Debe tomarse en cuenta que existen millones de indocumentados en una especie de zonas grises y que éstos no pueden ser deportados y resulta complicado regularizarlos. (Jorge Durand, La Jornada, p. 17)

Migración global y covid

Invitado por la universidad de British Columbia de Canadá, el Migration Policy Institute y el Transatlantic Council on Migration, asistí a un seminario convocado para intercambiar experiencias sobre la manera en que la pandemia derivada del covid-19 ha afectado las corrientes migratorias en el mundo y en particular a América del Norte, las respuestas que los gobiernos han adoptado, así como sus posibles secuelas.

Las preguntas centrales fueron: ¿Estamos en presencia de un cambio de largo alcance en el fenómeno migratorio mundial producto de los riesgos derivados del covid-19?, ¿cómo afectará la pandemia el proceso de integración en Norte América?, ¿habrá posibilidades de alcanzar una respuesta coordinada entre los tres países?

Como muestra de cómo ha alterado la pandemia las rutinas de viajes internacionales, al llegar al aeropuerto de Vancouver, no obstante presentar mi certificado de vacuna contra el covid fui referido junto con el resto de los pasajeros a una segunda entrevista, donde personal de salud me hizo el examen en nariz y boca para confirmar que no aparecieran señales de presencia de la infección.

En la reunión, los representantes canadienses presentaron su ya conocida posición frente a la inmigración: hace décadas ese país promovió la llegada de millones de nacionales de otros países pues tenían  clara la necesidad de “poblar” su enorme territorio. Buscaron, y lo han logrado, crear una masa crítica de capital humano que les permite ser competitivos en el mercado mundial y aprovechar el enorme potencial de sus recursos naturales, así como su alto nivel educativo. Sin embargo, al desatarse la pandemia cerraron sus fronteras de manera drástica a la vez que lanzaron una intensa campaña de vacunación.

Los representantes de Estados Unidos mencionaron que en fechas recientes ha regresado el flujo de cientos de miles de mexicanos que quieren cruzar su frontera sin los documentos requeridos. En un artículo publicado en el New York Times este pasado 22 de octubre, describe el enorme incremento de migrantes indocumentados que ha intentado cruzarla, “64% son adultos y 147,000 menores de edad no acompañados, es el mayor número de cruces ilegales desde al menos 1960”.

El presidente Biden decidió mantener el programa iniciado por su antecesor por el cual los migrantes indocumentados detenidos en esa región son devueltos a México a esperar sus peticiones de asilo, lo cual puede tomar varios meses. Señalaron que esa medida era preventiva para evitar el acceso a personas que pudieran estar infectadas de covid. ¿Qué medidas ha tomado el gobierno mexicano ante esta emergencia humanitaria?

A diferencia de la manera en que en México pensamos la inmigración como formada por personas de bajos ingresos, con pocas capacidades académicas, que emigran de sus lugares de origen expulsados por la pobreza o por la violencia, en Canadá y Estados Unidos el interés es captar a profesionistas calificados, técnicos especializados en las nuevas ramas de la economía vinculadas a las tendencias del mercado laboral del siglo XXI.

Lo que debemos entender en México es que ya sea un gobierno reaccionario y racista como el de Trump, o uno progresista y con alto sentido humanista como es el del presidente Biden, la frontera norte no será ya una “válvula de escape” como lo fue durante varias décadas para aminorar las demandas de empleo, educación y oportunidad producto de la explosión demográfica que vivió nuestro país.

El seminario concluyó que es probable que covid-19 se instale en nuestras vidas por muchos años, tal vez se asemeje a otras enfermedades infecciosas que se controla con vacunas dedicadas a combatirlas. Habrá que esperar para conocer cómo afectará el tránsito de personas no sólo en Norteamérica, sino en el resto del mundo.

Me temo que la respuesta a la pregunta central del seminario, materia de esta columna, sobre la oportunidad que covid-19 presenta para coordinar una respuesta regional orientada a impulsar una mayor movilidad humana entre México, Estados Unidos y Canadá, no fructificará. (Gustavo Mohar, Excélsior, p. 10)

Un continente a la deriva

El camino a la Cumbre de las Américas de 2022 es campo minado. La gobernanza democrática a lo largo y ancho del continente ya se encontraba bajo presión incluso antes de que la golpeara la pandemia el año pasado. El impacto del Covid-19 ha acentuado tendencias preocupantes que incluyen la polarización social; la subordinación de los poderes Judicial y Legislativo al Ejecutivo; el movimiento de millones de desplazados internos, migrantes y refugiados; la actuación de actores no estatales minando la seguridad pública y el monopolio del Estado sobre el uso legítimo de la violencia; los efectos devastadores del cambio climático sobre una de las regiones biológicamente más megadiversas del planeta; la ruptura de la correa de transmisión entre ciudadanos y partidos políticos, minando con ello su legitimidad e interlocución con la sociedad; la demagogia; la falta de confianza de los ciudadanos en las instituciones; el impacto de la desinformación y polarización montada en las redes sociales; y el ensimismamiento de la región cara al mundo y al sistema internacional. La pandemia puso… de relieve que la falla tectónica esencial en el sistema internacional… es entre gobiernos eficientes por un lado, e ineficientes por el otro…

…En algunos países latinoamericanos, las fuerzas armadas tienen ahora más influencia política y económica que en cualquier otro momento desde la ola democratizadora de la década de los 80. Aunado a ello, el andamiaje de concertación regional está quebrado, y es preocupante que Nicaragua se haya unido a Cuba y Venezuela como otro régimen autoritario más en el continente. Un hemisferio que alguna vez se enorgulleció de sus disposiciones institucionales en defensa de la democracia… parece ahora incapaz de unirse para defender incluso los derechos humanos más fundamentales… Sin liderazgo —y liderazgos— y fragmentada, Latinoamérica no ha podido conjugar la voluntad política necesaria para cumplir con sus compromisos y tratados regionales en defensa de la democracia.

…Los desafíos que enfrenta la propia democracia estadounidense y la fragmentación regional presentan obstáculos formidables… La ola anticorrupción de la década previa se ha desvanecido. Además, el lento crecimiento económico y el aumento de la pobreza y la desigualdad contribuyeron al descontento de los ciudadanos con la democracia. Los acontecimientos recientes en muchos países, con redes de seguridad y contratos sociales débiles, muestran que los agravios no atendidos pueden manifestarse repentinamente en protestas masivas (y violentas) y en apoyo a líderes que ignoran descaradamente las normas democráticas. Otros componentes críticos de la democracia, como el Estado de derecho, también muestran signos de debilidad… la elección justa y libre a través de las urnas y la aceptación de los resultados de los procesos electorales está amenazado en gran parte del hemisferio. Pero de manera palmaria y preocupante para el resto del continente, porque a diferencia de Las Vegas, lo que ocurre en Estados Unidos no se queda en Estados Unidos… Hoy deriva en resistencia de algunas élites políticas latinoamericanas y la desconfianza de gobiernos hacia intenciones y compromisos estadounidenses con la democracia. Incluso si los gobiernos latinoamericanos creen que los ideales democráticos de Biden son genuinos, muchos buscarán resistir presiones y ganar tiempo, plenamente conscientes de la erosión de normas democráticas al interior de EU… Y EU no es la única potencia con peso y presencia en las Américas; China es cada vez más capaz y dispuesta a fortalecer los lazos con países que marcan distancia de Washington.

Asesor estratégico internacional, orador público, colaborador de medios con sede en Washington D.C., y exembajador de México en EU (2006-2013). (Arturo Sarukhán, El Universal, Mundo, p. 23)